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lunes, 11 de abril de 2011
CANTO III
Bajo el cerezo duerme mi amado.
Era espigado y piadoso como un
pequeño pichón.
Tenía en su alma la corteza de
los robles y la premura de los álamos.
Bajo un cerezo duerme el amor
de mi pupilas.
Fue efímero, fue caballero,
fue un deseo adornado de débiles magnolias.
Fue como un torrente,
invadió mis muslos y conoció mis manos.
Bajo un cerezo duerme mi querube.
Se fue un día,
con la elegancia del que engaña.
Se llevó mis azaleas y
las sombras de mi pelo.
Quedó en mi jardín un bello perfume
de desgarro y un fuerte
entuerto en mis entrañas.
Bajo un cerezo en flor mi amado
acaricia con sus manos
los pechos de una anónima ninfa.
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